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Encontrarnos en lo esencial

Practico Yoga desde hace 15 años y comparto la práctica guiando clases desde hace unos 13 aproximadamente. Y a pesar del paso del tiempo, me sigo sorprendiendo de los grandes descubrimientos que me brinda como si fuera el primer día. Mucho se ha escrito y mucho podría decir acerca de los principales conceptos y elementos distintivos de esta fascinante disciplina, pero en este momento de mi vida, en el que cada vez me siento más rendido a la antisistémica evidencia del menos es más, me gustaría quedarme sólo con uno de ellos. Una elección que esconde una pequeña trampa, ya que en el fondo aglutina a todos los demás. Es como si ahora pudiera observar con diáfana claridad el resultado de un proceso de destilación llevado a cabo de forma extremadamente sutil a lo largo de todos estos años; clase a clase, retiro a retiro, mantra a mantra, silencio a silencio, respiración a respiración. Así pues, a día de hoy, puedo afirmar con absoluta certeza que la revelación de la Unidad es, sin lugar a dudas, para mí, el Elemento en cuestión.


No me da miedo la osadía que para mí supone, a estas alturas, afirmar algo con absoluta certeza y rotundidad. Al menos no en este caso. Me ampara la propia experiencia, la frecuencia del corazón y la clarividencia que trasciende raciocinio y forma, ámbitos mucho más vulnerables a los velos de la confusión. Mucho más allá de los entresijos de técnica y estilo, la verdadera magia sucede en Yoga cuando la mente cede en su protagonismo para dar espacio a algo mucho más amplio, un ámbito de conciencia en el que los juicios se desmoronan, las resistencias se empiezan a desvanecer con suavidad y las palabras sobran. Es en ese ámbito donde de repente nos sabemos, nos recordamos y nos reconocemos unidos. Donde la desconfianza y las diferencias que antes nos separaban pasan a carecer de toda importancia… Porque nos damos cuenta del sinsentido de malgastar tanta energía en defender y batallar cuando en realidad es abrazar lo que de verdaderamente más deseamos.


La práctica amable, dispuesta y sin expectativa atesora la posibilidad de ofrecernos este gran regalo, un obsequio mayúsculo que aún lo es más cuando lo podemos recibir en grupo, en las diferentes presencias, sensaciones, latidos, miradas, respiraciones y vibraciones que confluyen siendo uno. El milenario valor de esta práctica reluce en todo su esplendor cuando, al transitarla, nos descubrimos de repente volviendo a casa, descansando en el Amor.


Texto de Daniel Gomis



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